El siempre
excéntrico Tim Burton dirige este film de 106 minutos basado en hecho reales
para el que, extrañamente, no cuenta con Johnny Deep ni con su ya ex esposa
Elena Bonham Carter, sino que serán Amy Adams y Christoph Waltz sus reclamos en
escena.
Ambientada en
los Estados Unidos del final de los años 50 y principios de los 60. Narra la
historia de una joven y talentosa artista que se separa de su mal marido y
decide emprender una nueva vida con su pequeña hija. Pinta cuadros, retratos
casi siempre de niños a los que caricaturiza con los ojos muy grandes. En una
de sus exposiciones callejeras conoce a un pintor que poco después se
convertirá en pareja no solo sentimental sino también de “negocio”. Debido a
las normas sociales que imperaban en esa época, no estaba del todo bien visto
que la mujer adquiriera notoriedad en prácticamente ningún ámbito así que esto,
unido a la ambición y quizás avaricia del nuevo cónyuge, provocará un
desarrollo de los acontecimientos tal vez algo previsible aun sin conocer la historia real.
Pese a que la
ambientación está del todo acorde con los tiempos en los que se sucedió esta
historia, la lentitud en cuanto a su narración hace que pueda perder interés.
Sobrevalorada a mi juicio por la crítica, solo se adivina a Tim Burton en un
par de escenas al uso. Buen doblaje al castellano pero con unos papeles en los
que solo cabe destacar la bipolaridad del personaje masculino principal.
NOTA: 6
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